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Debo confesar que, en algún momento de mi adolescencia
interrumpída, me cagaba Therion, pero aquí aclaro que no era en el sentido
de que su música fuera mala… más bien era falta de madurez de oído, porque hoy
por hoy (después de varios periodos de escolaridad de Berklee), es una de las bandas
que más respeto y admiro por el arduo trabajo de producción que conllevan cada
una de las canciones. Desde la mínima acentuación
de la melodía, hasta las complejas letras que encuentran en sus paráfrasis, las
épicas historias que nos sumergen en el universo Therion.
Ya sea por el éxito de su primera parte o por
la extensión en demasía de un bloqueo pandémico, Christofer Johnson y compañía
han decidido darle continuidad a la historia musical de Leviathan, ese gigante
monstruo marino del mito judeocristiano con raíces en la tradición babilónica.
Las armas con las que ha contado la
privilegiada mente sueca no difieren mucho de su entrega de enero de 2021, pero
lo más importante es que ha sabido mantener un nivel compositivo a la altura.
No es un disco de sobras o retales, es un álbum trabajado de cabo a rabo y, de
hecho, forma parte de una trilogía que el líder de la banda ya se ha encargado
de confirmar.
En este decimoctavo disco, Therion vuelve a
huir de la redundancia de los arreglos orquestales y de la complejidad de
estructuras y es, de nuevo, un listado de hits buscado a conciencia. Este
objetivo facilitará mucho las cosas sobre el escenario, algo a lo que cada vez
están más habituados a diferencia de sus inicios, a pesar de que en ciertas
canciones se sacrifican partes instrumentales desarrolladas que sus más novatos
seguidores siempre agradecen. También pierden el factor sorpresa de su
predecesor, hay que admitir, pero puede que resulte más heterogéneo.
Desde que abren con “Aeon Of Maat” se nota que
las melodías son la dueña y señora de todas las canciones. Tienen tal
protagonismo que incluso parece que la producción es un tanto plana y que los
solos de guitarras son anecdóticos. Las voces femeninas son las que predominan,
pero siempre encuentra el equilibrio perfecto con los coros y las voces
solistas masculinas.
Aunque las estructuras de las canciones sean
más sencillas no se evitan los cambios de ritmos inesperados y cortantes, gracias
por ello, y es que tal y como confesó Johnsson, Leviathan II es más oscuro y
melancólico, con temas que ahondan en el progresivo y “Litany Of The Fallen” es
un gran ejemplo de ello. No se cortó a la hora de hacer alusiones a Vovin y
pese a que suene exagerado, una canción como la “Alchemy Of The Soul” podría
pertenecer a esta joya de su discografía de 1998, e incluso la semi balada
“Lunar Coloured Fields”, por su dolorosa y sombría melodía principal con una
Lori Lewis en especial estado de gracia interpretativo.
El exceso de melodías no interfiere en su
garra y en “Lucifuge Rofocale” no merman sus ansias de sonar contundentes y
acelerados. Para calmar este airado ritmo, recorren los medios tiempos con
“Marijin Min Nar” y “Hades And Elysium”. Dos cortes que no destacan en sus
primeras escuchas, aunque sus aires orientales y sus solos de guitarras son más
que disfrutables, pero que ganan enteros dentro del contexto de todo el álbum y
que sirven de puente para la traca final.
La rockera “Midnight Star” consigue que este
álbum vuelva a levantar el vuelo, y la rasgada voz de Thomas Vikström –en
constante juego de pregunta-respuesta con Lewis- redondea uno de los temas más
potentes de todo el listado. Lo mejor de todo es que, en ningún momento,
pierden magia y pegada y “Cavern Cold As Ice” es una demostración de que su
material puede competir con las vacas sagradas del metal sinfónico sin
sonrojarse lo más mínimo. Con “Codex Gigas” Therion retoma la idea de que en
esta entrega se indaga una y otra vez en las melodías pegadizas, de fácil
recepción.
El final está reservado para “Pazuzu”, otro
gran tema que en un principio se compuso para otro artista pero que, debido a
su nula aceptación, Johnsson reescribió en clave Therion. Con la participación
de Erik Mårtensson de sus compatriotas Eclipse, se redondea un disco que si
bien no asombra como el inicio de esta trilogía, gana en variedad y oscuridad.
Elementos imprescindibles en un grupo con un enfoque compositivo a la altura de
los genios que, sin llegar al nivel de ‘Vovin’, ‘Secret Of The Runes’ o ‘Gothic
Kabbalah’, se mantiene en un estado de forma envidiable.
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